Reconozco que siempre me han gustado las fotos, que me gustara el resultado de las mismas eso ya era otra cosa.
El domingo estaba en casa de mis padres cuando se me ocurrió la idea de subir a hacer unas fotos en la terraza. Ese lugar en el que cuando era pequeña soñábamos viendo el horizonte a lo lejos y nos imaginábamos las vidas de los habitantes de los otros edificios.
Tuve una idea de lo que podíamos hacer en las fotos. La luz era muy buena. Así que cogí dos o tres cosas. Y acompañada de mi fotógrafo favorito nos lanzamos a la aventura.
Quería captar esos momentos de mi infancia, en los que mientras mi madre tendía la ropa, yo soñaba asomada a la barandilla.
Fue divertido.
Desde la terraza se puede ver cómo mi ciudad intenta levantarse de nuevo. Las grúas rodean mi edificio, las nuevas construcciones se levantan en medio de las que, aún con sus años encima, aguantaron mejor la embestida del terremoto.
Mi terraza es un mar de antenas.
Amasijos de cables que hacen que muchos vecinos puedan seguir atados a la vida, la que se vive dentro de la gran pantalla.
Mi terraza es un lugar de contrastes.
Y mientras la ropa se secaba nosotros corríamos de un lado a otro, subíamos a jugar hasta que alguna vecina se quejaba del ruido que hacíamos. Como sí caballos desbocados corrieran a galope.
Y así desde mi terraza, mientras se secaba la ropa, el domingo volví a soñar.
😉
PD. Las fotos son obra de @_JAHurtado.