Hermanos pequeños

IMG_20140819_191634Supongo que nadie está preparado para recibir una llamada en la que te digan que tu hermano va ahora mismo en una ambulancia camino del hospital. Supongo que en esos momentos prestas toda la atención posible a las palabras de la persona que hay dando la explicación al otro lado del teléfono. «Tranquilos que va camino de Lorca con un dolor muy fuerte y puede ser apendicitis», tú quieres creer que todo lo que te está diciendo se corresponde con la realidad y que no hay por qué pensar más allá. En el momento que termina la llamada cierta maquinaria se pone en funcionamiento, y todos y cada uno de los familiares que hay en casa se ponen en marcha. Algo así es lo que me pasó el sábado por la tarde.

Lo primero ir corriendo hasta la puerta del servicio de urgencias del hospital al que nos dijeron que le traían y pensar, seguro que eso no es nada, mucha gente ha sufrido una apendicitis y ha salido bien, sí es que es una apendicitis, pero qué va a ser si no.

Ir a urgencias un día festivo es toda una odisea. Supongo que como mandarán los protocolos: filtros y más filtros por ver dónde tienen que derivarte y mientras la espera con el dolor se va haciendo más larga.

Cuando vi bajar a mi hermano de la ambulancia supe que algo jodido le estaba sucediendo, el color que tenía y los sudores me hacían saber que algo no iba bien, pronto el efecto de los calmantes para el dolor que le pusieron inicialmente en el centro de salud ya iban desapareciendo y las molestias se iban haciendo tan intensas que me suplicaba que pidiera algo más fuerte a los enfermeros. Algo para calmar un dolor que tenía en todo el abdomen y que cada vez iba dejándolo más débil a él y su estómago más contraído.

Durante estas largas esperas, en las que la incertidumbre se sienta a tu lado en la salita, piensas una y otra vez en cambiarte por él, en hacer de hermana mayor como cuando años atrás aguantaba estoicamente las regañinas de mi madre, que no me correspondían a mí, con tal de salvarle el culo a mi hermano. Lo deseé con todas mis fuerzas, pero el dolor más intenso lo tenía él, el nuestro era por no saber qué era lo que tenía y no poder hacer nada. 5 horas que pasaron lentas y en las que te da tiempo a pensar muchas cosas.

Tras varias pruebas te das cuenta que fuera ya va cayendo la tarde y te llega lo que puede ser el diagnóstico. Hay que operar te dicen y por un lado sientes alivio por si han dado con el kit de la cuestión mientras que por otro te invade el pánico de verle vestido con la bata y el gorro verde, camino del quirófano.

Todo irá bien nos dijimos mis padres y yo. Tiene que ir bien. Es un chico joven y fuerte. Y aunque con el estómago algo tocado, capaz de vencer a cualquier cosa. Mientras duró la operación el tiempo pareció detenerse. Ya a punto de caer la medianoche nos avisaron de que había salido ya y que lo siguiente era llevarlo a reanimación.

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Ya le esperábamos en la habitación cuando le vemos llegar lleno de gomas, cables y sondas, pero dejando gran parte de ese fuerte dolor atrás. Y llegó con una sonrisa, como a las que me tiene acostumbrada y que tan bien sabe utilizar para conseguir todo lo que quiere de mí. Una pequeña úlcera en el estomago ha estado a punto de jorobarle la fiesta, pero han podido solucionarlo.

Luego han venido, de momento, tres días de absoluto ayuno, de alguna molestia con la sonda nasogástrica. De muchas visitas y llamadas.

Mi hermano tienen muchos amigos que le quieren. De muchos mimos también, de organizarnos los que de momento estamos más sanos para acompañarle de día y de noche. De volver a pensar una y otra vez en cambiarme por él. De dar gracias por haberlo pillado a tiempo. De agradecer toda la atención prestada por el personal de su planta. De esperar que pronto vuelva a casa. Y sea el de antes. De mostrarme feliz tras comprobar que una vez mas el engranaje de la maquinaria de mi familia y de los amigos funciona. De esperar despertar pronto de este mal sueño. Un susto que sin duda servirá para unirme más a él, a mi hermano pequeño.

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